Ya Enero 2017, el libro en blanco ya tiene 18 páginas escritas en que la emoción del nuevo inicio está presente, todavía huele a nuevo.
Después de estos día de vivir la vida en una época emocional, familiar y socialmente fuerte; volvemos a recapitular y valorar los aspectos que como especie nos mantienen y dan fuerza.
Uno de ellos, como lo platicamos el año pasado es la empatía y otro increíble es el compartir y colaborar con otros.
Colaborar con nuestra familia, amigos, animales de compañía, animales salvajes y con todas aquellas especies sintientes y vivientes del planeta. Así logramos un equilibrio, que aunque es intermitente y alumbra cierta circunferencia, siempre deja huella.
En esta ocasión quiero platicarles de Sabrina Bequir, puedo decir abiertamente que es una mujer especial, no se va entre las ramas cuando de apoyar y colaborar se trata. Mente aguda, corazón dispuesto y pasión por la vida; dedicada a cuidar y proveer a las personas que necesitan cariño, atención y apoyo.
Ella es parte de una colonia de gatos, así que todas las cualidades que comparte con ellos tiene que ver con su propio misterio, audacia, flexibilidad, agilidad y elegancia.
A partir de ahí, nos comparte este delicioso relato de su vida con estos felinos; enigmáticos, íntimos y privados.
Por eso y con más razón le agradezco muchísimo que con su pluma afinada abra la primera hoja de este Blog, dedicado a la Comunicación Interespecies que hoy por hoy es una disciplina que abre puertas, corazones y grandes posibilidades para conocer el fantástico Reino Animal.
Mis Gatos
En cierta ocasión, la escritora Muriel Barbery expresó que «la función del gato es ser un tótem moderno, una especie de encarnación emblemática y protectora del hogar, un reflejo benévolo de aquello son los inquilinos de una casa». Una idea con la que comulgo absolutamente.
Yo siempre he sido una apasionada del mundo animal, así como una convencida de la poderosa sinergia que se produce con la convivencia entre humanos y la naturaleza. Quizá porque he crecido rodeada de mascotas, animales libres y flora de todo tipo. Así que, fue natural que al iniciar una nueva etapa de mi vida al abandonar mi nido paterno, lo primero que hiciese, una vez instalada convenientemente, fuese buscar un animal de compañía.
Actualmente, mi hogar está conformado por una nutrida colonia de gatos. Ellos son mi familia, mis compañeros y los mayores receptores del amor que albergo en mi ser. Siempre han sido mis mejores terapeutas, mi tabla de salvación emocional y mis mayores aliados.
LA IMPORTANCIA DE MIS GATOS EN MI VIDA COTIDIANA
Todo comenzó cuando, en octubre del año 2007, llegó a mi hogar mi gata Sur —mi primogénita, como yo le llamo. Un gata preciosa, pero que desde un primer momento se mostró indomesticable. Desde bebé demostró poseer muy mal genio, ser arisca y tener la costumbre de enseñar sus garras y colmillos a la primera de cambio. La verdad es que, aunque siempre la quise mucho, me frustraba su mal carácter y su falta de amabilidad hacia mí. Me costó mucho ganarme su aprecio, la verdad. No obstante, sé que es una gata muy especial, con un espíritu protector muy fuerte y una lealtad a prueba de bombas. Sin duda, es la gata más madura y responsable que haya conocido nunca.
En junio de 2008 me traje a vivir conmigo a mi gata Pampa, con la intención de que Sur tuviese una compañía congénere y no tuviese que estar sola cuando yo no estaba en casa. Confieso que, aunque estoy absolutamente en contra de la venta de animales, a Pampa la compré en una tienda de mascotas. Pero no fue algo premeditado, sino la casualidad de verla ahí y haber captado mi atención con su brazo estirado que parecía llamarme. Y yo soy de esas personas que creen que nada es casualidad y que todo sucede por algo…^^
Traer a esta gatita a mi casa fue algo muy positivo, porque me hizo adquirir otra perspectiva más humana de la comunidad gatuna. Pampa, al contrario que Sur, siempre fue un ser muy simpático, pizpireta y sociable —si bien, no me atrevería a definirla como cariñosa propiamente. Desde el primer día, se proclamó la reina de la casa y supo ganarse dicho puesto al conseguir ser el centro de atención con sus pasos elegantes y firmes, su andar egotista, sus maullidos estridentes y su mirada pícara y elocuente. Sin duda, ella me enseñó mucho sobre la importancia de alimentar una alta autoestima, ¡ja, ja, ja!
Unos meses después de la llegada de Pampita a mi vida, el destino volvió a ponerme un gatito en mi camino… Un día cualquiera me encontré en un descampado a una bolita negra agazapada entre hierbajos, demasiado quieta y muy desamparada. Despertó tanto mi compasión, que decidí que debía ayudarla y llevarla a mi casa. Y así, a finales del 2008, llegó Tafí a nuestras vidas…
¡Oh cielos, amigos! Esa gatita supuso un punto de inflexión en mi existencia. Con Tafí, realmente, evolucioné como persona, porque al salvarle la vida me demostró que yo tenía la capacidad —ciertamente poderosa— de ayudar a los demás, y porque, al estar tan desnutrida y enferma, mi instinto maternal y protector explosionó —para mi gran asombro, ¡ja ,ja, ja! Con Tafí descubrí la auténtica fortaleza que poseen los gatos y lo que significa el espíritu de supervivencia y la voluntad por salir adelante. La pobrecita estuvo muy mal, pero luchó con ahínco por recuperarse y, hoy en día, es una panterita hermosa y con un corazón de oro: ¡esta sí es una gatita mimosa y buena!
Finalmente, cuando ya creía que tenía mi familia constituida, en octubre de 2010, la vida me presentó al que sería mi cuarto gato: el machito de la casa, Ona. A él lo encontré una mañana otoñal de mucho frío, tirado en un terreno abandonado, con convulsiones, congelado por la helada habida la noche anterior y al borde de la muerte. Había sido envenenado. No lo pensé dos veces cuando lo vi tan desahuciado: lo agarré, lo llevé a la veterinaria y lo dejé allí ingresado. Recuerdo que de camino al veterinario, lo abrazaba con mucha fuerza para darle calor… ¡Craso error por mi parte! Porque desde ese preciso instante mi unión con Ona fue indisoluble, asi que ese abrazo significaría el primero de infinitos abrazos que compartimos aún a día de hoy.
Ona, al igual que Tafí, me enseñó muchas cosas. A pesar de que, en un primer instante, era reticente a quedarme con él, al final resultó ser una gran recompensa. Oni llegó a casa con casi un año de vida, y eso se notó. Fue un gatito muy asustadizo y desconfiado —y lo sigue siendo— que no me puso facilidades para llegar a relacionarnos con plena confianza. Tardó un año en recorrer mi casa con soltura y dejarse querer. Pero, actualmente, es mi machito, un amor de gato con una mamitis insaciable y por el que me desvivo en darle seguridad que demanda. ¡Con Ona aprendí lo que significa ejercitar la paciencia y el saber que lo bueno se hace esperar!
Así pues, queridos amigos, ¡a estas alturas, y después de haber pasado tantas cosas juntos, no me cabe duda que mi felicidad se ubica en sus cuerpos gráciles y peludos, y la bendición de poder tocarla se halla en la palma de mi mano! Ciertamente, me resulta una cuestión inefable describir cuánto adoro a mis gatos y los beneficios que han traído a mi vida. Pero, de veras que no exagero si declaro que ellos son mi prioridad absoluta, además de sentirlos como mi milagro particular.
Con todos ellos he vivido una etapa relevante de mi vida, al fin y al cabo, son más de nueve años que llevamos juntos. En este tiempo, mis felinos han sido partícipes de mis numerosos avatares vividos: mis pequeñas hazañas y algunos fracasos, mis empeños por labrarme nuevas quimeras, mis numerosos delirios y mis recurrentes desvelos… y mis episodios más desgraciados —como mi separación sentimental, el fallecimiento de mi madre—, entre los que destacaría, el tener que afrontar con estoicismo mi mayor infortunio personal: la presencia de la enfermedad de Alzheimer en mis familiares directos, aun siendo muy jóvenes. Pero lo fundamental es que en medio de este torbellino de vivencias, ellos siempre estuvieron a mi lado, compartiéndolas conmigo, padeciéndome infatigablemente y, lo que es aún más loable, su presencia me han permitido aprender una gran enseñanza felina: a caer de pie para amortiguar mejor los golpes de la vida.
MI CONVIVENCIA CON UN ENFERMO DE ALZHEIMER Y MIS MASCOTAS.
En este punto, amigos, quisiera contarles mi experiencia con la enfermedad de Alzheimer. Porque, de algún modo, su presencia marcó mi vida a fuego desde hace más de 25 años y está estrechamente vinculada a mi vida familiar.
Como muchos sabrán, esta dolencia es una demencia que afecta mayoritariamente a personas ancianas o de más de 65 años; pero en mi familia se da en casos de personas muy jóvenes que rondan los 35 años.
En este sentido, la demencia de mi madre, que duró 21 años, fue decisiva en mi desarrollo vital. Desde adolescente tuve que aprender a cuidar de ella, o estar a su disposición al menos, y eso supuso muchas limitaciones en mi vida diaria. Pero afortunadamente, vivía con mi padre, mi abuela y mi hermano y eso hacía que el reparto de tareas fuese más llevadero.
El caso que es que cuando al fin, en el año 2011, mi mamá falleció tras 20 años de lucha contra el Alzheimer, estaba convencida de que se termina una etapa de mi vida y que, por tanto, a partir de entonces tendría una cotidianidad más ‘normal’, más liberada y sin tantos compromisos y deberes. Lo cierto es que cuidar a una persona que es enferma crónica enseña mucho, especialmente en valores; pero también restringe la libertad de movimiento y de independencia. De ahí que yo confiase en que, tras la ausencia de mi madre, la vida nos regalase una segunda oportunidad de ser más libres y disfrutar más de la vida.
Sin embargo, y para hacer breve esta larga historia, dos años después, mi hermano sería diagnosticado con la misma dolencia, puesto que la había heredado. Así que, dadas las circunstancias, me lo traje a mi hogar a vivir conmigo… y con mis gatos.
Para ellos no tuvo que ser fácil aprender a convivir con una persona extraña y que, en un primer momento, mostraba muchos cambios de humor y cierta agresividad. Pero los gatos son muy listos y sensitivos y pronto comprendieron que mi hermano necesitaba ayuda. Desde entonces, ellos son su alegría y su más fiel compañía. Principalmente, mi gata Sur: sí, esa gata arisca y poco sociable, hoy en día les puedo garantizar que es su máxima cuidadora. No lo deja solo nunca, siempre se muestra pendiente de él y hasta mantienen una comunicación que yo jamás podría superar.
No tengo ni idea de qué ideas pasan por el cerebro de una persona enferma de Alzheimer, pero sí intuyo que mis gatos funcionan como una balsa para mi hermano en medio de un océano de olvidos y desconocimientos. Y lo que puedo asegurar es que la relación tan estrecha que tiene con ellos es admirable y va más allá de la clase de comunicación que puede mantener con las personas que formamos parte de su entorno.
Por otro lado, a mí, como cuidadora principal, la presencia de mis mascotas me ayuda a sobrellevar mejor la situación. No es tarea sencilla describir la angustia, el estrés y el desgaste emocional que supone la convivencia con un enfermo de Alzheimer —son esas cosas por las que, hasta que uno no las padezca en sus propias carnes, no se puede imaginar—, pero contar con la compañía de un animal doméstico es de gran ayuda para distraerse y obtener un cierto bienestar emocional.
Nunca podré agradecer lo suficiente a mis gatos toda su paciencia y su apoyo a mi labor como cuidadora, pero sobre todo agradezco a mis peludos la atención y la compañía que le brindan a mi familiar enfermo. Por eso, yo animo a todo el mundo a tener una mascota a su lado, especialmente en aquellos casos en que existan personas dependientes o afectadas por algún tipo de enfermedad.
Porque el apoyo incondicional que te entregan es la mayor prueba de genuino amor que alguien pueda experimentar. Y la comunicación interespecie que llega a entablarse con ellos proporciona un estímulo único que nos ayuda a equilibrar nuestras emociones y a sosegar nuestras desesperanzas.
¡Muchas gracias, amigos, por prestar atención a mi historia! Y, especialmente, muchas gracias a Angélica por cederme gentilmente un pedacito de su blog para poder contar mi experiencia. ¡Ha sido un auténtico honor para mí!
¡Hasta siempre!
Sabrina.
Qué linda y más que nada esperanzadora historia.
Nunca tuve animales. Hace dos meses mi hermana llevó a su casa un gatito muy chiquito. Me estoy enamorando de él!!! Es increible lo que un gato puede generar en afecto, compañia, despertar la capacidad de juego y mil cosas mas.
Solo mi papá, de 82 años y con un deterioro cognitivo, se resiste a su presencia. Pero despues de leer el post me da la confianza en que pueden convertirse en un buenos compañeros.
Gracias por compartir!!
María Fernanda: Qué gusto que te pareció lindo el relato. Tener animales transforma la vida, nos hace más sensibles y atentos. Muchísimas gracias por tu comentario.
¡Hola Mª Fernanda! Muchas gracias por tu comentario sobre mi historia. Me alegra saber que te unes al grupo de las enamoradas de los gatos (o cualquier otro animalito). Ya verás cuánto te aporta a tu vida ese minino que forma parte de tu familia desde hace poco.
Ojalá le brinde muchas satisfacciones a tu papá, aunque si él nunca fue muy de mascotas es normal que lo rechace. ¡Pero hay que probar! Mi papá también era muy «animales en mi piso no», pero después le llevé un gato malherido y se encariñó en un abrir y cerrar de ojos, ¡ja, ja!
En fin, ya nos contarás qué tal va ese acercamiento.
Te mando un abrazo muy fuerte.
Realmente me he emocionado, gracias por compartir tanto y tan bonito.
Gladys: Qué bueno que te gustó; a mi también me sacó lágrimas. Un fuerte abrazo.
¡Gracias por tus palabras, amiga! Me alegro que te haya emocionado el texto, ya que valoro mucho la opinión de una experta narradora como eres tú. Un besote, Gla.
Un post muy interesante. Yo, sinceramente, no soy muy partidaria de las mascotas.
Al leer este post, así como otro que leí hace unos días sobre este mismo tema, me he dado cuenta de la importancia que pueden llegar a tener los animales domésticos como compañeros o compañía en otras personas, especialmente si viven solas.
Ya terminó enviándoos un afectuoso saludo para ambas.
Adela:
Qué linda, muchas gracias por tu comentario y darte el tiempo de leerlo. Los animales de compañía son algo especial, su presencia alegra, calma, anima e invita a reflexionar. Si un día te animas, aquí tienes un espacio en el que podemos apoyarnos y compartir aspectos que enriquezcan la experiencia. Un abrazo muy fuerte.
¡Ay, Adela! Vamos a tener que regalarte un animalillo, ya verás como cambias de opinión y después te terminas convirtiendo tú la su ‘mascota’ de ellos, máxime si son gatos ¡ja, ja ,ja!
¡Gracias por tu comentario y un fuerte abrazo!
Wow, termino la lectura con los pelos de punta. Sabrina, eres una valiente. No sé, lo que es convivir con un paciente de Alzheimer pero sí, con una persona con demencia. Te mando un abrazo grande y muchísima energía.
Respecto a los gatos, en casa de mis padres tuvimos una gata preciosa cuando yo era pequeña: Katrina. Por cosas de la vida, tuvimos que sacarla de casa, se la quedó mi abuela. Yo era muy pequeña pero aún recuerdo a esa hermosa siamesa caminando por casa y subida a la cuna de mi hermano mientras dormía, cuidando de él. Desde entonces hemos tenido perros en casa. Y para mí siempre, siempre han sido una bendición. No concibo la vida sin mascotas. Una familia, sin un “miembro peludo” no está completa.
Actualmente convivo con mi pareja y nuestro pequeño Arno (un bulldog de seis años), y desde hace bastante tiempo quiero ampliar la familia, traer una gatita a casa. Espero que podamos ser cuatro pronto.
Me encantó conocer la historia de Sabrina. Gracias Angélica por la oportunidad y por todo lo que nos enseñas. Un abrazo fuerte a las dos.
Nazaret! Qué linda! Muchas gracais por tu comentario, a mi me emociona mucho cuando leo estas historias llena de vida y pasión. Un día anímate y preséntanos a tu maravilloso bulldog Arno, una foto por favorrrr esa raza son para comerselos y llenarlos de besos. Por otro lado, amo a los gatos por elegantes y esa Katrina debió ser una belleza; así que cuando tu familia peludita crezca espero que nos platiques. Un abrazo muy fuerte.
Me encantaría, tenemos que buscar una fecha 🙂 Un besote.
Qué te parece en Febrero, te queda?
¡Buenas, Nazaret! Muchísimas gracias por tu apreciación y tus buenas palabras, que son caricias para mi alma :). Al igual que tú, yo tampoco concibo mi vida sin una mascota que me haga relativizarlo todo y me recuerde que el amor está a mi alcance.
Un beso y todo mi apoyo para tu familiar con demencia.
Muchas gracias, linda. Un besote.
Muchísimas gracias, Angélica, por compartir la hermosa historia de Sabrina. Ya conocía algo sobre su vida dedicada al cuidado de su madre con Alzheimer, pero desconocía que tuviera gatos. ¡Y no me había dado cuenta de que también yo soy parte de una colonia de 5 gatos! Sólo quien convive con animales puede llegar a darse cuenta de cuánto aportan a nuestra vida. Si bien es cierto que recogiéndolos y dándoles un hogar los salvamos de una muerte prematura, es mil veces más lo que ellos nos devuelven y lo mucho que nos enseñan.
Un abrazo
Guauuu que lindo comentario Monica!! Así es, ellos nos dan tanto y tanto amor que nos retan, nos alimentan y nutren en todos los estados emocionales en los que nos encontremos. Qué maravilla que vivas con tus cinco gatos, un día anímate! y platícanos de ellos.
Un abrazo super fuerte.
¡Mónica, qué bueno encontrarte por aquí también! Me alegro un montón de que te haya gustado mis desvaríos :). Y te aseguro que secundo cada palabra que dedicas a los gatos. Yo también tengo cinco cuadrúpedos (aunque en este texto solo menciono a los cuatro mayores, para no extenderme demasiado) y son mi luz, mi calidez y mi mayor pilar. ¡¡Un ronroneo suyo me basta para entender que la vida tiene sentido!!
¡Estoy deseando conocer a tus peluditos!
¡Un abrazo muy fuerte, Moni!
Hola Sabrina,
Quiero agradecer primero a Angélica que te haya permitido estar aquí y compartir con nosotros historia de amor desgarradora.
Me parece increíble como un mismo ser, (me refiero a Sur), puede entender que contigo puede ser ella misma, pero que con tu hermano la situación es distinta y él necesita de ella. Me sigue sorprendiendo las capacidades de empatía que tienen los animales. Consiguen ver más allá, mientras que, a veces, nosotros tenemos la vista bien corta.
Gracias a las dos.
Un abrazo,
Hola Conchi, muchas gracias por tu comentario. Es real lo que dices, ellos ven más allá, llegan lejos con su mirada amorosa e intuitiva y Sur, es una gatita que de manera natural comprende de lo que se trata el apoyo y amor a alguien así. De Sabrina, qué te digo? Siento que sus capacidades se abren y se dan sin medida. Un abrazo muy fuerte.
¡Hola Conchi! Mil gracias por tu comentario y, principalmente, por tu sensibilidad.
Realmente, yo esto convencida de que los animales, al ser más instintivos que los humanos, poseen una capacidad de empatía más genuina y desarrollada que la que podemos llegar mostrar las personas.
Sin embargo, también te confieso que para mí mi gata Sur es un ser ‘especial’, muy especial. Y no soy la única persona de mi entorno que lo piensa. De hecho, yo creo que todos mis gatos, así como otros animalitos callejeros que fueron apareciendo en mi vida, aparecen precisamente por alguna razón en concreto, para enseñarme o entregarme ‘algo’. Y es justamente ese no-sé-qué milagroso lo que me une a ellos y hace que no solo despierten mi amor por ellos, sino también mi fascinación y mi veneración.
Igual, que sepas que mi bebota Sur te manda muchos ronroneos y algún lengüetazo, ‘ja, ja!
¡Un abrazo enorme, Conchi! Y muchas gracias por tus palabras.
¡Hola Sabrina!
Sin duda tu historia (además de valiente por compartirla de esta manera) está cargada de mensajes. Ya he comentado en alguna ocasión con Angélica, la importancia que tiene en nuestra casa nuestro gato Bairon. Cuando llegó a casa yo no tenía idea de lo que era vivir con un animal pero después de dos años y medio de convivencia sí puedo decir que le debo mucho.
Ha hecho que descubriera en mi sentimientos que creo que no hubiera conocido de otra manera y, al mismo tiempo, me ha ayudado a entender el sentimiento que siempre me habían transmitido los que viven con animales y que yo era incapaz de comprender ¡ahora me doy más cuenta que nunca!
Un abrazo enorme para las dos
Amaya: Siempre tan sensible en tu manera de ver las situaciones; lo hemos platicado, y Bairon ha hecho un papel increíble porque abre los sentidos, los sentimientos, la sensibilidad de quien lo ama y cuida. Un abrazo enorme.
¡Hola Amaya! Gracias por tu dejarnos un comentario tan sentido sobre lo bueno que resulta tener una mascota.
Yo también pienso, y sobre todo siento, que una mascota nos ayuda a conocernos mejor y a entender mejor al mundo que nos rodea, y que a veces pasa desapercibido a nuestros sentidos. Dan mil veces más de lo que demandan y es una compañía de lo más leal, ¡qué te voy a decir a ti que cuentas con tu don Bairon!
Me encanta leer comentarios como los tuyos porque creo que son un buen ejemplo de cómo tener un animalito doméstico es la mejor decisión que se pueda tomar.
Un abrazo muy fuerte, Amaya.
Que post más emotivo nos dejas, prácticamente te desnudas en este post. Dicen que cuando hay un familiar enfermo los miembros cercanos emocionalmente también están enfermos. Cosas de la naturaleza que duele aceptar.
Conozco personas que tienen relación muy estrecha con sus animales, dicen que se crea un vínculo que a veces es más fuerte que una relación con un ser humano.
Eres y serás una persona fuerte, solo con decirnos lo que has pasado desde la adolescencia es una muestra de valentía.
Saludos.
Alexandra: Muchas gracias por tu comentario. Sabrina es especial, es una mujer que se cuece aparte; yo la quiero y admiro con todo mi corazón.
¡Alexandra, muchas gracias por tu comentario y por las lindas palabras que me dedicas (al igual que Angélica)!
Comparto todos tus reflexiones. Salvo que no soy una persona particularmente valiente, ¡todo lo contrario! Pero, digamos que la vida te curte y te enseña a ir siempre hacia adelante. En este sentido, yo creo que ser fuerte o valiente, no es tanto una aptitud (determinada), como una actitud (voluntaria); seguramente, tú actuarías igual si estuvieses en mi lugar.
Además, si bien vivir estos casos de enfermedad irremediable en mi familia ha sido una desgracia, es quizá de lo único que me puedo quejar, porque, del resto, solo puedo estar agradecida: tengo gente a mi alrededor que, en mayor o menor medida, me apoya, tengo cubierta mis necesidades básicas, he podido estudiar y formarme todo cuanto he querido, vivo en un país supuestamente primermundista, cuyo estado de bienestar es endeble, pero está ahí y puedo recurrir a él en busca de ayudas, etc. Y por supuesto, ¡¡he tenido la bendición de tener todo un séquito de gatitos lindos que me hacen sentir como una reina y me aportan mucho equilibrio emocional!! Puedo prometerte que cada vez que estrecho a uno de mis mininos en mis brazos, puedo experimentar en carne propia esos versos que escribió M. Benedetti: «Y aunque nunca he entendido/ ms culpas y mis fracasos/ en cambio, sé que en tus brazos/ el mundo tiene sentido». Esa es exactamente la interrelación que se da en mi casa entre mis gatos y nosotros (mi hermano y yo).
Un besote, Alexandra, y muchas gracias nuevamente por tus palabras.
Hola,
Qué historia tan emotiva. Gracias por compartirla porque se sacan de ella muchas conclusiones y lecciones que pueden darnos los animales de compañía que a veces nos comprenden mejor que las otras personas o que nosotros mismos.
Un saludo.
Si Cris, de acuerdo contigo. Los animales son sensibles e inteligentes; así que además de regalor su compañía siempre están en el momento justo a nuestro lado. Mucahs gracias por tu comentario.
¡Hola Cristina! Agradezco muchísimo tu comentario y la comprensión que muestras por mi escrito.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo que opinas de las virtudes que tienen los animales en cuanto a empatía y sensibilidad. ¡es todo un tesoro contar con una mascota!
Te mando un abrazo fuerte y gracias de corazón por tus palabras.